A menudo hablamos con directivos que se muestran muy apesadumbrados porque han tenido que afrontar una crisis en su organización. Se manifiestan contrariados por el hecho y a su vez dolidos por el destino. Para muchos la situación tiene algo de premonitorio y de incomprensible. Otros se culpabilizan como si la crisis hubiera sido instada por ellos mismos como consecuencia de una falta de profesionalidad y gestada a su voluntad. Pero tener una crisis no debería extrañar tanto a las organizaciones. No debería ser algo tan ajeno. A todos debemos decir lo mismo: “una crisis es algo innato a cualquier organización y es muy importante llegar a la conclusión que no siempre esta se produce como consecuencia de una mala gestión”. Seguramente conocemos muchas empresas donde la aparición de la crisis ha ido totalmente ajena a las decisiones empresariales tomadas. Alguien dijo que las crisis son lo que las gripes a las personas. ¿Conocemos a alguien que no haya padecido una gripe? Seguramente no, y si lo conocemos debe ser la excepción que confirma la regla. O sea, no es muy difícil llegar a padecer una crisis. Y por lo tanto, resulta casi un deber para la correcta gestión de tus activos estar preparado ante esa eventualidad.
Con la preparación y la prevención no se evita que las crisis aparezcan, lo que se minimiza es la posibilidad de hacer una mala gestión de las mismas y por lo tanto, de causar más daño a tu empresa. Es por ello que recomendamos encarecidamente a las organizaciones e instituciones que se ocupen de los sistemas de prevención y que se preparen para afrontar este tipo de eventualidades. Esto no garantiza el éxito y ni mucho menos evita los daños. Pero si que nos sitúa en mejor disposición para afrontar la situación. Una buena parte de la victoria en la gestión de la crisis se gesta antes de la misma.