Mi buen amigo Ferran Ramon-Cortés nos explica que salió a correr por el Parque Central de Sant Cugat y en 45 minutos se cruzó con 46 personas. El resultado fue el siguiente: le saludaron o tuvieron la intención: 0 (0%); le respondieron el saludo: 19 (41%): le ignoraron: 27 (59%).
Su hija vive desde hace unos años en Suiza y cuando la visita intenta ir a correr con ella. Nos comenta que cuando se cruzan con alguien las personas suelen saludarse. Con un simple “salud”, o con un bonjour, o con un movimiento de la cabeza o con la mano. Me cuenta que lo que es seguro es que si les lanzas un “salud” ellos te contestan. Lo explica en el siguiente artículo: https://www.laisladelos5faros.com/_files/ugd/1c9e42_11d721da17504948bef74cef0d3021f2.pdf
El resultado no es alentador. ¿Puede ser un síntoma de algo más preocupante? Viajo en autobús interurbano y observo como un porcentaje no menor de personas entran en el mismo sin una simple salutación; intento salir del avión estando sentado en el asiento más cercano a la ventana, y pasa la gente por el pasillo sin dejarme incorporar al mismo para poder irme; en el garaje en el que aparco el vehículo tengo que salir del mismo marcha atrás y como da a una calle bastante transitada, ni os cuento lo que, a veces, me cuesta que el resto de coches me cedan el paso y me dejen incorporar a la vía; en el metro observo como personas mayores o necesitadas viajan de pie mientras otras, absortas en sus aparatos móviles, ocupan los espacios prioritarios asignados a este tipo de necesidades; observo que el uso del intermitente en la conducción está disminuyendo a la mínima expresión y parece que ahora ya no es especialmente importante indicar a los otros conductores que vas a cambiar de carril o de dirección…
Entiendo que se trata de situaciones que no solo vive quien escribe este artículo y que entre todos podríamos compartir un sinfín de circunstancias más con un común denominador: nos falla cordialidad.
Hablar de cordialidad es hacer referencia a aspectos como la amabilidad, la cortesía, la gentileza, la afabilidad… atributos intrínsecamente humanos y que, por tanto, definen y delimitan la condición humana. Implica tratar a los demás con consideración y reconocer su dignidad como individuos. Es una forma fácil de decir a tu entorno que les importas y que les consideras. Una persona cordial es aquella que trata con respeto, amabilidad y buena disposición a los desconocidos. Normalmente, esto significa que se muestra dispuesta a escuchar, que ofrece ayuda sin esperar a que la soliciten o simplemente que es paciente y cortés. Paciente y cortés, ¿no tenéis la sensación que son dos valores que cada vez están menos presentes en nuestro día a día?
Ser cordial es gratuito, no genera compromisos y, generalmente, hace las cosas más fáciles en las relaciones personales. Es una cuestión de actitud, no se necesita ningún conocimiento específico para ejercerla, y tiene un coste mínimo. Depende de nosotros, rebaja tensiones y hasta puede hacernos sentir mejor. Pero poco a poco se está convirtiendo en algo más inusual y extraño en nuestros tiempos, en un oasis dentro de nuestra interacción pública.
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