(fragmento del discurso pronunciado en el acto de graduación del Máster en Comunicación Corporativa y Estratégica de la UPF-Barcelona School of Management el 18 de julio de 2022)
“… ser conscientes de su existencia es el primer paso para superarlos.
- Miedo. Es posiblemente el principal bloqueador de la actividad humana. Muy a menudo, es más perceptivo que real y lo acabamos construyendo como una forma de adaptación y de justificar un hipotético fracaso. Debemos saber convivir con él. Tener miedo no debe ser un problema. No saber gestionarlo sí.
- Querer aparentar. Va en contra de un principio básico del liderazgo que es la autenticidad. Debemos parecer aquello que somos. Liderar desde la apariencia acaba siendo reactivo. La autenticidad, a pesar de que genere discrepancia, es siempre más rentable y acaba siendo imbatible.
- Sectarismo. Se trata de una actitud que surge de no valorar la diferencia y deja entrever los prejuicios que tenemos. Parte de la superioridad moral y de creer que lo hacemos mejor porque somos de una determinada forma o grupo.
- Inflexibilidad. Aunque parezca lo contrario es propio de personas inseguras. Los líderes flexibles son personas más seguras y, normalmente, con una buena capacidad estratégica.
- Inmovilismo. Parte del prejuicio de que lo que hemos decidido solo puede funcionar tal y cómo lo hemos decidido. La comodidad de nuestra área de confort se siente amenazada por propuestas nuevas que no han sido pensadas por nosotros y, por tanto, deben ser peores. Tiene algo de superioridad moral también.
- Sordera. Se trata de la imposibilidad de escuchar a los demás y de saber leer correctamente lo que está pasando. No hay peor líder que el que no sabe escuchar activamente, que quiere decir, escuchar con la voluntad de que lo que dicen nuestros interlocutores nos interpele.
- Falta de empatía. No conozco a nadie que se autodefina como persona no empática. Todo el mundo dice ser empático, pero sabemos que no todos lo son. La idea central sería poner a las otras personas siempre en el centro y no, precisamente, a nosotros mismos.
- Dejadez. Se trata de abandonar las responsabilidades que tienes asignadas. La responsabilidad, normalmente, no tiene horario, ni caduca mientras la tienes asignada. Un líder siempre tiene responsabilidades. No tenerlas no permite liderar.
- Arrogancia. Se refiere al excesivo orgullo de una persona hacia sí misma. A menudo, lleva a creer que uno tiene más privilegios que a los que tiene derecho y que siempre está en posesión de la verdad. En términos comunicativos, la humildad estratégica acaba siento más rentable.
- Tontería o estupidez. Poner sentido común a muchas de nuestras decisiones debería ser una obligación. Con un punto de distancia emocional y con una mirada crítica constructiva nos daremos cuenta de las cosas raras que hacemos. Ser raro no es ser mejor, normalmente, solo facilita que nos consideren menos capaces.
Los bloqueadores son más emocionales que racionales, son más límbicos que córtex, afectan más a nuestras actitudes que a nuestras aptitudes. Por tanto, se puede llegar a la conclusión que aquello que diferencia a un líder, en términos comunicativos, es más actitudinal que aptitudinal.
Queridos alumnos del Máster en Comunicación Corporativa y Estratégica, muchas felicidades!!”
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