Uno de cada tres jóvenes hace un uso problemático de la red. Unicef ha presentado esta semana (noviembre de 2021) el que, posiblemente, sea el informe más extenso y detallado que se conoce (se ha consultado a más de 50.000 jóvenes) sobre el impacto de la tecnología en la infancia y la adolescencia. En él se exponen datos que, honestamente, creo que son preocupantes como por ejemplo que uno de cada diez estudiantes de ESO ha recibido al menos una proposición sexual de un adulto a través de Internet o que a un 11% los han presionado para que enviaran fotos o vídeos suyos de contenido erótico o sexual.
El uso extensivo e indiscriminado que hacen los niños y adolescentes del móvil, que es la principal herramienta de conexión a Internet de esta generación, resulta abrumador: los jóvenes reciben su primer móvil a los 11 años; un adolescente está conectado un promedio de 5 horas diarias; el 60% duerme con el móvil en la habitación; dos de cada tres tienen más de un perfil en las redes sociales para que no todos sepan lo que están haciendo; uno de cada cinco ha sufrido ciberacoso; 70.000 jóvenes de entre 12 y 16 años han entrado y participado en casas de apuestas por Internet; uno de cada tres reconoce haber acosado digitalmente a alguien en la escuela (moving)…
Los datos son tan evidentes que resulta innegable reconocer que estamos ante un problema de salud pública que, de no abordarse, puede hipotecar nuestro futuro. La tecnología ha entrado en nuestras vidas sin que fuéramos consultados y ha ocupado buena parte de nuestra realidad. Hasta aquí, nada nuevo porque este es el ciclo natural de la evolución y el progreso. Pero lo que resulta nuevo es el nivel de influencia de esta tecnología sobre generaciones tan jóvenes y, por tanto, todavía en proceso de formación.
Vistos los datos del informe, la tecnología está, en unos porcentajes considerables, contaminando la salud mental de nuestros jóvenes sin que por nuestra parte se muestre ningún síntoma de respuesta. ¿Queremos seguir ausentes de este debate? ¿Nos gusta lo que vemos? Y sobretodo, ¿nos gusta lo que intuimos que puede ocurrir? Estos jóvenes que manifiestan estos usos problemáticos de la red son nuestro futuro. ¿Cómo les afectará en su desarrollo cognitivo e intelectual? ¿Cómo serán de mayores bajo la influencia de estas tecnologías? A mi entender, se trata de un síntoma más de lo que los expertos ya sitúan como la primera generación de la historia que crecerá progresando menos que la anterior. Vaya, hipotecando el futuro de la sociedad.
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