La proliferación de las denominadas fake news (producto pseudo periodístico cuyo objetivo es la desinformación deliberada o el engaño) está poniendo en grave peligro el negocio periodístico. No se trata de transmitir las mentidas que los personajes públicos relatan (allá cada uno con su historia), se trata de dar por ciertos hechos que no son ciertos y que no son comprobados por los periodistas que los explican. Sea por falta de diligencia profesional o sea por maldad el constante abuso de este tipo de noticias pone en entredicho una profesión que viene sufriendo desde la eclosión de las redes sociales una quiebra del modelo de negocio que la ha sustentado. La publicidad ha dejado de ser el financiador básico y el sector anda buscando otro u otros mecenas que le permitan subsistir.
Claire Wardle de First Draft identifica seis tipos de fake news: 1. Sátira o parodia que trata de ridiculizar lo que se está explicando; 2. Falsa conexión entre texto y gráfico en el que se ilustra algo que no se corresponde con lo que se dice; 3. Contenido engañoso que no deja claro aquello de lo que se está hablando; 4. Contexto falso donde el hecho es verídico pero está ubicado en un contexto no real que lo distorsiona; 5. Contenido impostor, o sea, fuentes suplantadas en las que se miente sobre quién explica aquello que se está relatando; 6. Contenido manipulado y fabricado en el que el medio reproduce algo que no ha pasado pero que interesa que tenga una determinada visión.
Sea del tipo que sea cada día vemos más periodistas que se suman a la moda (me gusta pensar que es una moda porque significa que tarde o temprano pasará) de explicar hechos que no son ciertos y que anteponen intereses ajenos o sus propias ideas a la verdad. Explican las cosas a partir de lo que les interesa explicar y no a partir de lo que es. Dejan la esencia del periodismo para convertirse en narradores de ficción pero en espacios considerados perceptivamente como transmisores de la verdad (quizás sería más fácil si las cabeceras de los periódicos que utilizan fake news añadieran una texto que dijera más o menos “Periódico basado en hechos reales”).
La consecuencia de los actos de estos insensatos será letal: el fin del periodismo como el defensor de la verdad y como uno de los garantes de las libertades de una sociedad. Si le sumamos todo esto la ya de por sí complicada realidad que tiene la supervivencia económica del sector creo que no nos quedará más remedio que pedir al último que apague la luz.
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