Después de muchos años viviendo la educación y el aprendizaje desde distintos roles (alumno, profesor, padre, gestor…) presento, desde la experiencia, diez aspectos que espero puedan ayudar a reflexionar sobre el éxito o el fracaso del proceso de aprendizaje.
- No hay escuelas o universidades buenas o malas. Sólo
hay profesores buenos o malos. Una escuela con buenos profesores es una buena escuela. La infraestructura o el sistema ayudan a que todo funcione mejor, pero no definen el éxito. Justificar el fracaso por culpa del sistema es propio de mediocres. - El eje central del proceso es el alumno, nunca el profesor ni el centro. La adaptación es la principal habilidad que debemos tener. Adaptarnos a la diferencia, a la singularidad, a los intereses… Seguramente estamos ante la piedra filosofal del proceso de aprendizaje.
- El talento es diverso. No todos poseemos los mismos. ¿Cuántas veces hemos preguntado a nuestros estudiantes en qué creen que son buenos? o ¿qué es lo que saben hacer? Cada individuo genera su currículo personal e intransferible. ¿Cómo se adapta el sistema a ello? Siento que poco. Parece que al final todos debamos llegar a la universidad para tener éxito. El éxito no lo marca la universidad. El éxito lo marca la pasión que nos genera la actividad que desarrollamos.
- Demasiadas veces delegamos el aprendizaje al que se produce en nuestra área de confort. Nos sentimos cómodos en unos espacios concretos de conocimiento y obligamos a todos pasar por ellos. Espacios de confort que a menudo hace años que son los mismos olvidando que el mundo cambia cada día a una velocidad incontrolable. La educación tiene mucho que ver con la gestión de la incomodidad de las áreas de confort de cada uno.
- La curiosidad es el motor que despierta la necesidad de aprender o conocer. El objetivo del docente siempre debería ir orientado a despertar esta curiosidad en sus alumnos. El proceso debe estar orientado a generar un clima de curiosidad permanente. Viendo algunos libros de texto o escuchando algunos profesores en clase tengo la impresión que trabajan justamente con la voluntad contraria.
- La gestión del error es la síntesis del éxito. Está demostrado que el aprendizaje tiene más de error que de acierto. En una cultura como la nuestra en la que se castiga el error, en la que nadie se equivoca, ¿cómo gestionamos el error? ¿Qué oportunidad nos ofrece cada suspenso para acercarnos al éxito? El sistema evaluador, tal y como lo aplicamos, es uno de los grandes anticonceptivos de nuestros talentos. El error de hoy es la mejor forma de ganar el mañana.
- La capacidad relacional comunicativa (con los alumnos, con los padres, entre profesores…) es uno de los activos más importantes que debe tener un profesor. Un profesor que no se comunica eficazmente (o sea de la forma en la que nuestro interlocutor necesita, no de la forma en la que nosotros somos) es un mal profesor. De la misma manera un médico que no sabe explicar a un paciente la enfermedad que tiene no es un buen médico.
- Nuestro sistema educativo se basa en la linealidad. Todo se nos enseña cronológicamente, en formato estanco y bajo una premisa racional. En un mundo más interrelacionado que nunca, y en el que la emocionalidad se ha convertido en el motor del sistema, este planteamiento parece, como poco, pueril.
- Definitivamente trabajar de profesor es una actividad vital. No tiene horarios. Se aplica las 24 horas de cada día del año. ¿Los lunes se nos hacen insoportables? ¿Haríamos mejor nuestro trabajo sin estudiantes? ¿Nuestra principal motivación son los días de libre disposición o los puentes laborales? Resulta evidente lo que debemos preguntarnos: ¿Qué hacemos dedicándonos a la enseñanza? Un profesor no es un transmisor de contenidos sin más. Un profesor es un provocador, un orientador, un estimulador, un facilitador… o sea, un motivador. Un creativo ¿Cuánto tiempo dedicamos a que nuestros alumnos repitan contenidos tal y como se los hemos transmitido? ¿Y cuánto a motivarlos? Creo que en esta respuesta está buena parte del éxito del aprendizaje.
- La pasión es la clave de todo. Normalmente desarrollamos con excelencia aquello que nos apasiona. ¿Queremos tener éxito? ¡¡Apasionémonos!! La relación entre la pasión y la felicidad es directamente proporcional. A más pasión, más felicidad. Buscar aquello que nos apasiona nos genera más felicidad y hacemos sufrir menos a nuestro entorno. Si ser profesor no nos apasiona el mejor favor que podemos hacer a nuestra sociedad, y posiblemente a nosotros mismos, es cambiar de trabajo. La felicidad plena en nuestra profesión es cuando ésta deja de ser una trabajo y se convierte en una parte más de nuestra vida.
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